
La ventana, la búsqueda
Saliendo de San Lucas, tomamos el pequeño repecho de San Juan de la Penitencia. Ahí, junto al Jacinto Guerrero encontramos el trozo de tela. Unas horas antes, desde el Mirador Del Valle vimos algo en una de las ventanas del Toledo Medieval; alguien agitando un gran pañuelo de color azul. Y como si fuera un juego, nos propusimos llegar hasta la ventana, a esa ventana. Desde el mirador tomamos nota del edificio; ni grande ni chico, tampoco tiene ventanas al uso, ni balcón, ni mirador, de color claro a la luz del sol del mediodía, entre arcilloso y el ocre, pero con la duda del matiz de la piedra, el ladrillo o lucido de cal.
La búsqueda
Recogimos el trozo de tela del suelo. De una cosa estábamos seguros, ese no era el sitio. Desde el Mirador era imposible ver esta parte del edificio. Doblamos como pudimos el paño y seguimos la calle hasta la Cuesta de San Justo. Izquierda o derecha, qué camino seguir. Suenan campanas en el el campanario de la Iglesia de San Justo y Pastor, estas nos guían hasta su plaza. Es primavera recién estrenada y hace calor, a pesar de haber dado las ocho. Una pequeña fuente rodeada de bancos, al cubierto de unos frondosos árboles que nos reciben con un poco de frescura. La plaza es desembocadura y salida de varias calles. Por dónde seguimos.
– Por Sixto Ramón Parro
– Bien, vamos
Esta calle nos aleja de esa trocito de Toledo que se ve desde el Mirador. Las opciones son demasiadas, la ciudad es un laberinto de callejas, da la sensación de dar vueltas y de volver al punto de inicio. Lo peor es que, no sabemos lo que buscamos ni qué estamos haciendo. Desde el Museo del Queso, un establecimiento dedicado a la venta de buenos quesos vemos el exterior de la Catedral. La esquina entre esta calle y la del Cardenal Cisneros corresponde a la Sala Capitular.
El locum
Retomamos el camino anterior hasta llegar al cruce con la calle del Locum. Nos enteramos, gracias a una amable señora que descansaba las fatigas del día en una silla de mimbre a la puerta de su casa, que esta calle toma el nombre de su antigua función. Los canónigos de la catedral tenían necesidades humanas, mayores y menores. Y este, era el lugar al que acudían para aliviarlas. La calle es estrecha, de subidas y bajadas, torcida, de ventanas enrejadas y con la mayor parte de sus edificios a dos alturas. Desemboca en la pequeña plaza de Abdón de Paz que tiene una pequeña fuente en el comienzo de Juan Labrador, calle que seguimos. Es cuesta, no muy empinada, pero cuesta. Un edificio en cuña nos obliga a decidir; seguir la misma calle o coger la de Trastámara. Y por aquello de haber sido Toledo sede Real, y porque de esa familia era Isabel la Católica; tomamos la Trastámara.
A estas alturas, creo que se nos ha olvidado cuál era objetivo de callejear por Toledo: aquel agitar una tela de color azul desde una ventana. ¿Dónde está la ventana? Sin quererlo, hemos llegado al Toledo más bullicioso, más turístico, donde las tiendas de recuerdos empiezan a surgir. Estamos en la plaza de la Magdalena, y son cerca de las diez de la noche. El cielo está negro, y son las farolas las que iluminan nuestro recorrido. Un arco en uno de los edificios lo abre a la plaza de Don Diego, lugar recoleto donde unos pequeños árboles refugian un velador. Volvemos a la Magdalena, y de ahí, por la travesía Rey hasta el Zocodover. Es tarde, y buscamos un sitio para cenar.
De vuelta a nuestro alojamiento caemos en la cuenta de que hemos olvidado el retal donde cenamos. ¿Y la ventana? Mañana será otro día.
La fotografía
Mi visión
Las fachadas que dan a poniente teñidas de los últimos rayos de sol contrastan con las sombras. Al utilizar una gran focal todas las casas quedan prácticamente en el mismo plano, reduciendo las distancias y provocando en el espectador una sensación de apelotonamiento.
Datos técnicos
Nikon D90 | Distancia focal (35 mm): 300 mm | f /5,6 | ISO: 500 | Velocidad: 1/500 seg